viernes, 28 de septiembre de 2012

78b —Haremos lo que dices, Sócrates; pero si no te molesta, volvamos a tomar el hilo de nuestra conversación. —Con mucho gusto, Cebes, ¿y por qué no? —Perfectamente, Sócrates, dijo Cebes. —Lo primero que debemos preguntarnos a nosotros mismos, dijo Sócrates, es cuáles son las cosas que por su naturaleza pueden disolverse, respecto de qué otras deberemos temer que tenga lugar esta disolución, y en cuáles no es posible este accidente. En seguida, es preciso examinar a cuál de estas naturalezas pertenece nuestra alma; y teniendo esto en cuenta, temer o esperar por ella. —Es muy cierto. 78c —¿No os parece que son las cosas compuestas, o que por su naturaleza deben serlo, las que deben disolverse en los elementos que han formado su composición; y que si hay seres, que no son compuestos, ellos son los únicos respecto de los que no puede tener lugar este accidente? —Me parece muy cierto lo que dices, contestó Cebes. —Las cosas que son siempre las mismas y de la misma manera, ¿no tienen trazas de no ser compuestas? Las que mudan siempre y que nunca son las mismas, ¿no tienen trazas de ser necesariamente compuestas? —Creo lo mismo, Sócrates. 78d —Dirijámonos desde luego a esas cosas de que hablamos antes, y cuya verdadera existencia hemos admitido siempre en nuestras preguntas y respuestas. Estas cosas, ¿son siempre las mismas o mudan alguna vez? La igualdad, la belleza, la bondad y todas las existencias esenciales (10), ¿experimentan a veces algún cambio, por pequeño que sea, o cada una de ellas, siendo pura y simple, subsiste siempre la misma en sí, sin experimentar nunca la menor alteración, ni la menor mudanza? —Es necesariamente preciso que ellas subsistan siempre las mismas sin mudar jamás. 78e —Y todas las demás cosas, repuso Sócrates, hombres, caballos, trajes, muebles y tantas otras de la misma naturaleza, ¿quedan siempre las mismas, o son enteramente opuestas a las primeras, en cuanto no subsisten siempre en el mismo estado, ni con relación a sí mismas, ni con relación a los demás? —No subsisten nunca las mismas, respondió Cebes. 79a —Ahora bien; estas cosas tú las puedes ver, tocar, percibir por cualquier sentido; mientras que las primeras, que son siempre las mismas, no pueden ser comprendidas sino por el pensamiento (11), porque son inmateriales (12) y no se las ve jamás. —Todo eso es verdad; dijo Cebes. —¿Quieres, continuó Sócrates, que reconozcamos dos clases de cosas? —Con mucho gusto, dijo Cebes. —¿Las unas visibles y las otras inmateriales? ¿Estas, siempre las mismas; aquellas, en un continuo cambio? —Me parece bien, dijo Cebes. NOTAS (10) Las esencias o Ideas. (11) En otras traducciones: el razonamiento. (12) Patricio de Azcárate prefiere aquí y en los párrafos siguientes "inmateriales"; otros traductores eligen, sin embargo, "invisibles". III.4. Las partes del hombre y su relación con los tipos de seres (79b-79e) Investigación a partir de la naturaleza de las partes del hombre (79b) el hombre es un compuesto de cuerpo y alma; el cuerpo se parece a los seres o naturalezas visibles, el alma no es visible, si no es visible es inmaterial; luego el alma se parece a los seres o naturalezas invisibles. Investigación a partir de la forma de conocer del alma (79c-79d) cuando el alma se sirve del cuerpo para conocer utiliza los sentidos, el cuerpo inclina al alma hacia las cosas cambiantes, el alma se confunde y perturba; cuando examina las cosas por sí misma se inclina hacia lo puro, eterno, inmortal e inmutable, quiere la unión con estas naturalezas, alcanza el sosiego, vive en la sabiduría. Conclusión: el alma se parece más a lo inmutable y el cuerpo a lo que cambia (79e) 79b —Veamos, pues. ¿No somos nosotros un compuesto de cuerpo y alma? ¿Hay otra cosa en nosotros? —No, sin duda; no hay más. —¿A cuál de estas dos especies diremos, que nuestro cuerpo se conforma o se parece? —Todos convendrán en que a la especie visible. —Y nuestra alma, mi querido Cebes, ¿es visible o invisible? —Visible no es; por lo menos a los hombres. —Pero cuando hablamos de cosas visibles o invisibles, hablamos con relación a los hombres, sin tener en cuenta ninguna otra naturaleza. —Sí, con relación a la naturaleza humana. —¿Qué diremos, pues, del alma? ¿Puede ser vista o no puede serlo? —No puede serlo. —Luego es inmaterial. —Sí. —Por consiguiente, nuestra alma es más conforme que el cuerpo con la naturaleza invisible; y el cuerpo más conforme con la naturaleza visible. 79c —Es absolutamente necesario. —¿No decíamos que, cuando el alma se sirve del cuerpo para considerar algún objeto, ya por la vista, ya por el oído, ya por cualquier otro sentido (porque la única función del cuerpo es atender a los objetos mediante los sentidos), se ve entonces atraída por el cuerpo hacia cosas que no son nunca las mismas (13); se extravía, se turba, vacila y tiene vértigos, como si estuviera ebria; todo por haberse ligado a cosas de esta naturaleza? —Sí. 79d —Mientras que, cuando ella examina las cosas por sí misma, sin recurrir al cuerpo, se dirige a lo que es puro, eterno, inmortal, inmutable (14); y como es de la misma naturaleza, se une y estrecha con ello cuanto puede y da de sí su propia naturaleza. Entonces cesan sus extravíos, se mantiene siempre la misma, porque está unida a lo que no cambia jamás, y participa de su naturaleza; y este estado del alma es lo que se llama sabiduría (15). —Has hablado perfectamente, Sócrates; y dices una gran verdad. —¿A cuál de estas dos especies de seres, te parece que el alma es más semejante, y con cuál está más conforme, teniendo en cuenta los principios que dejamos sentados y todo lo que acabamos de decir? 79e —Me parece, Sócrates, que no hay hombre, por tenaz y estúpido que sea, que estrechado por tu método, no convenga en que el alma se parece más y es más conforme con lo que se mantiene siempre lo mismo (16), que no con lo que está en continua mudanza. —¿Y el cuerpo? —Se parece más a lo que cambia. NOTAS (13) Mundo Sensible. (14) Cuando se dirige al Mundo Inteligible. (15) Otros traducen por "meditación". (16) A las Ideas o esencias. III.5. Las partes del hombre y su semejanza con lo divino (80a) lo divino manda y lo mortal obedece y es esclavo; por naturaleza, el alma debe mandar y el cuerpo obedecer y ser su esclavo; conclusión: el alma se parece a lo divino y el cuerpo a lo mortal. III. 6. Conclusión de la prueba (80b): el alma se asemeja a lo divino, inmortal, inteligible, simple, inmutable e indisoluble; el cuerpo a lo humano, mortal, sensible, compuesto, cambiante y disoluble; al cuerpo le conviene la muerte y al alma la inmortalidad. 80a —Sigamos aún otro camino. Cuando el alma y el cuerpo están juntos, la naturaleza ordena que el uno obedezca y sea esclavo, y que el otro tenga el imperio y el mando. ¿Cuál de los dos te parece semejante a lo que es divino, y cuál a lo que es mortal? ¿No adviertes que lo que es divino es lo único capaz de mandar y de ser dueño; y que lo que es mortal es natural que obedezca y sea esclavo? —Seguramente. —¿A cuál de los dos se parece nuestra alma? —Es evidente, Sócrates, que nuestra alma se parece a lo que es divino, y nuestro cuerpo a lo que es mortal. 80b —Mira, pues, mi querido Cebes, si de todo lo que acabamos de decir no se sigue necesariamente, que nuestra alma es muy semejante a lo que es divino, inmortal, inteligible, simple, indisoluble, siempre lo mismo, y siempre semejante a sí propio (17); y que nuestro cuerpo se parece perfectamente a lo que es humano, mortal, sensible, compuesto, disoluble, siempre mudable, y nunca semejante a sí mismo (18). ¿Podremos alegar algunas razones que destruyan estas consecuencias, y que hagan ver que esto no es cierto? —No, sin duda, Sócrates. —Siendo esto así, ¿no conviene al cuerpo la disolución, y al alma el permanecer siempre indisoluble o en un estado poco diferente? —Es verdad. NOTAS (17) El alma es semejante a las Ideas. (18) El cuerpo es semejante a las cosas sensibles. IV. DESTINOS DEL ALMA. REENCARNACIÓN (80c-82c) IV. 1. Almas purificadas (80d-81a) Concepto de purificación: no tener comercio o trato con el cuerpo, recogerse el alma en sí misma, dedicarse a la meditación, a la filosofía (aprender a morir). Destino: marchan a los infiernos (Hades) para unirse a los dioses, gozar de la sabiduría y la felicidad y vivir eternamente libres de temores, pasiones desbordadas e ignorancia. Breve referencia a la muerte de Sócrates: espera tener este destino tras lo que inmediatamente le va a ocurrir. 80c —Pero observa, que después que el hombre muere, su parte visible, el cuerpo, que queda expuesto a nuestras miradas, que llamamos cadáver, y que por su condición puede disolverse y disiparse, no sufre por lo pronto ninguno de estos accidentes, sino que subsiste entero bastante tiempo, y se conserva mucho más, si el muerto era de bellas formas y estaba en la flor de sus años; porque los cuerpos que se recogen y embalsaman, como en Egipto, duran enteros un número indecible de años; y en aquellos mismos que se corrompen, hay siempre partes, como los huesos, los nervios y otros miembros de la misma condición, que parecen, por decirlo así, inmortales. ¿No es esto cierto? 80d —Muy cierto. —Y el alma, este ser invisible que marcha a un paraje semejante a ella, paraje excelente, puro, invisible, esto es, a los infiernos (19), cerca de un Dios (20) lleno de bondad y de sabiduría, y a cuyo sitio espero que mi alma volará dentro de un momento, si Dios lo permite; ¡qué!, ¿un alma semejante y de tal naturaleza se habrá de disipar y anonadar, apenas abandone el cuerpo, como lo creen la mayor parte de los hombres? 80e De ninguna manera, mis queridos Simmias y Cebes; y he aquí lo que realmente sucede. Si el alma se retira pura, sin conservar nada del cuerpo, como sucede con la que, durante la vida, no ha tenido voluntariamente con él ningún comercio, sino que por el contrario, le ha huido, estando siempre recogida en sí misma y meditando siempre, es decir, filosofando en regla (21), y aprendiendo efectivamente a morir; porque, ¿no es esto prepararse para la muerte? 81a —De hecho. —Si el alma, digo, se retira en este estado, se une a un ser semejante a ella, divino, inmortal, lleno de sabiduría, cerca del cual goza de la felicidad, viéndose así libre de sus errores, de su ignorancia, de sus temores, de sus amores tiránicos y de todos los demás males afectos a la naturaleza humana; y puede decirse de ella como de los iniciados (22), que pasa verdaderamente con los dioses toda la eternidad. ¿No es esto lo que debemos decir, Cebes? —Sí, ¡por Júpiter! NOTAS (19) No confundir los infiernos o Hades de los que hablan los griegos con el Infierno al que se refiere la teología cristiana. (20) Otros autores traducen "divinidad" o "el dios"; Patricio de Azcárate prefiere "Dios" en una elección que favorece la idea de que en Platón podría haber una visión monoteísta de lo sagrado. (21) La filosofía como purificación. (22) Los iniciados en los Misterios: entre los griegos había algunos cultos religiosos en los que los practicantes eran iniciados mediante un proceso ritual y secreto. Con ofrendas, procesiones, bailes y cánticos, los iniciados rendían culto al dios y asimilaban creencias relativas al cuidado del alma, la vida tras la muerte y lo divino. En Grecia fueron especialmente importantes los misterios de Eleusis, los órficos y los dionisíacos. Tomado de: http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Textos/pau/Platon-Fedon-Pau.htm